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El Testamento de Pericles

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

En La Plata, Huila, hubo un tiempo en que las fiestas no terminaban con el último bambuco ni con el último aguardiente. Faltaba ese momento especial cuando Don Alirio Nieto Rodríguez, con su voz firme y sonrisa pícara, leía en público el famoso Testamento de Pericles. No tenía relación alguna con el estratega griego, aunque compartía con él la agudeza para hablarle al pueblo con inteligencia y gracia. Pericles, en nuestro contexto, era un personaje nacido del ingenio popular, cuya misión era relatar los hechos más curiosos, incómodos y divertidos de las fiestas de San Pedro, sin herir a nadie, pero haciendo reír a todos.

Don Alirio había nacido en El Guamo, Tolima, y llegó a La Plata el 2 de abril de 1965. Con el tiempo se convirtió en una figura entrañable de las celebraciones locales. Fue miembro destacado de la popular Banda de los Borrachos, ese grupo festivo que con irreverencia y humor llena las calles de música y crítica popular. Dentro de esa tradición, Don Alirio se ganó el respeto y el cariño del pueblo por su capacidad de observar, narrar y, sobre todo, hacer reír sin ofender.

El Testamento de Pericles no era un simple espectáculo. Era una crónica viva, un espejo del pueblo contado con picardía. Don Alirio lo leía al cierre de las festividades, mencionando con humor los chismes, travesuras y anécdotas de los personajes locales. La gente se reía, se reconocía y celebraba esa forma tan nuestra de decir las verdades entre risas.

Con su muerte, la tradición se apagó. Nadie más retomó esa voz popular que sabía hacer crítica social con ternura. Y así, sin darnos cuenta, perdimos una joya cultural del Huila.

Mientras tanto, en Natagaima, Tolima, tierra vecina de la que también vino Don Alirio, la tradición sigue viva. Allá, Pericles baja cada año del cerro Pacandé, acompañado de personajes como borracheros, gotereros, mujeriegos y trasnochadores. A las ocho en punto, lee su testamento al pueblo, reparte sus “deudas de parranda” y promete volver el año siguiente. Es una ceremonia colectiva, respetada, esperada, viva.

En el Tolima lograron convertir el Testamento de Pericles en parte integral de sus fiestas. En Huila, lo dejamos ir con su creador. Quizás pensamos que las tradiciones sobreviven solas. Pero necesitan cuidado, memoria y comunidad.

El Pericles huilense fue una creación de la cultura oral. Un símbolo de cómo el pueblo sabe hablar de sí mismo con humor, inteligencia y humanidad. Ese testamento era más que entretenimiento. Era una herramienta de crítica social, una forma de narrar la vida del pueblo con humor y afecto.

Mientras el recuerdo de Don Alirio Nieto Rodríguez siga vivo, su legado sigue latiendo. Tal vez, algún día, alguien vuelva a levantar ese testamento en una plaza. Y entonces, entre carcajadas, la comunidad volverá a mirarse como antes: con picardía, con cariño… y con verdad.

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