Por:Carlos Ernesto Álvarez Ospina
Vengo hablando de eso hace varios años y para mí es la mayor problemática que tenemos como huilenses, ya que vivimos en un enigma: por un lado, nuestra tierra es rica en cultura, tradiciones y paisajes; por el otro, nos falta ese sentido de pertenencia que debería unirnos y empoderarnos. Nos reímos de nuestro acento, hacemos chistes sobre cómo hablamos, y nos avergonzamos cuando uno de nosotros muestra con orgullo su forma de ser opita. ¿Hasta cuándo?
Es triste ver cómo un huilense que se va a Medellín en menos de un mes empieza a hablar paisa, como si eso fuera un símbolo de estatus o de pertenencia. ¿Qué nos pasa? La identidad no debe ser un disfraz que nos quitamos al cruzar un puente. Debe ser una armadura con la que enfrentemos el mundo. En lugar de avergonzarnos, deberíamos celebrar nuestro acento, nuestras costumbres y, sobre todo nuestra historia.
Miremos a los paisas, quienes defienden su tierra con una pasión que debería inspirarnos. Ellos luchan por cada peso del presupuesto, exigen que los recursos se inviertan en su comunidad y hacen sentir su voz en cada rincón. ¿Y nosotros? A menudo nos conformamos con lo que nos dan, sin cuestionar ni reclamar. Cada uno de nosotros paga impuestos; deberíamos exigir, con la misma intensidad que ellos, que se destinen a espacios recreativos, a programas deportivos y a la mejora de nuestra infraestructura. Porque cuando hay identidad, hay dolor compartido. Nos dolerán las vidas perdidas por los huecos en las calles de Neiva y nos preocuparán los miles de niños que se pierden en el vicio, debido a la falta de oportunidades.
La identidad no es un lujo, es una necesidad. Y es por eso que propongo fortalecer y expandir aún más las cátedras de huilensidad en nuestros colegios, comunas y corregimientos. Necesitamos educar a nuestras futuras generaciones en el amor por su tierra, en el valor de su cultura y en la defensa de lo que significa ser huilense. Estas cátedras deben ir más allá de la historia; deben incluir la celebración de nuestras tradiciones, la promoción de nuestros talentos y el fomento del orgullo por nuestra región.
Cuando nuestros niños aprendan a amar lo que son, crecerán con la fuerza necesaria para exigir un futuro mejor. Aprenderán que no se trata solo de un acento, sino de una herencia que deben llevar con orgullo. Un niño que se siente parte de su comunidad es un niño que se preocupa por ella. Es un niño que no se quedará callado cuando vea injusticias.
Es tiempo de cambiar la narrativa. Es tiempo de dejar de lado la burla y comenzar a construir una identidad que nos una. Al hacerlo, no solo nos convertiremos en mejores huilenses; también seremos defensores de nuestra tierra, y la defenderemos con el corazón y el alma. Porque un Huila fuerte es un Huila que se respeta y se quiere.
Así que, opitas, levantemos la voz. Celebremos lo que somos y luchemos por nuestro futuro. Solo así podremos construir un legado que nuestros hijos puedan llevar con orgullo. ¡Es hora de despertar nuestra identidad y hacerla brillar!
CARLOS ERNESTO ALVAREZ OSPINA
