Por: Andrés Calderón
Según un informa presentado este año por la Unicef y el gobierno colombiano, 95 municipios distribuidos en 21 departamentos no cuentan con suministro de agua potable, el agua para el consumo de sus alimentos proviene de la lluvia, ríos y quebradas directamente, o pozos artesanales. Son los departamentos de Choco y la Guajira, tal vez los que mas evidencian esta situación, siendo territorios inmensamente rurales con poblaciones grandes con altos grados de pobreza, desigualdad u corrupción. Paradójicamente el Chocó es la región con más pluviosidad del país, contrario a la aguajira, lo que en estos momentos pasa a ser una tragedia a consecuencia del cambio climático que ha arrojado sobre nuestro territorio un invierno agresivo.
Colombia es uno de los países con mayor riqueza hídrica, aguas superficiales y subterráneas, fortalecidas por la posición geográfica que posibilita la alta pluviosidad y los miles de hectáreas de páramo. Sin embargo, la gran demanda del líquido está concentrada en las grandes urbes que hoy son el hábitat de más del 50% de la población, muchas veces en zonas donde nos es fácil la captación del liquido para consumo.
El departamento del Huila, muy rural aún, cuenta con grandes reservas de agua, fortalecidas por el sistema de páramos espaciados entre las cordilleras oriental y central con alrededor de 120 mil hectáreas. En materia de distribución de este importante líquido, el Huila ha logrado grandes avances, con cobertura total de sus urbes, aunque con riesgo de desabastecimiento en algunos municipios por cambio climático que ya han generado alertas. Otro cuento es el tratamiento de aguas residuales a través de las PTAR (20 municipios cuentan con este tipo de plantas) que, aunque tienen una cobertura de un poco más del 50% del territorio, solo remueven 15% de la carga contaminante, pues los municipios más grandes son también los más irresponsables, como Neiva la capital.
Otra cosa es el abastecimiento de agua constante, que no lo hay en muchos municipios de Colombia, sobre todo en los de cordillera, pues por cuenta de la lluvia intensa en esas épocas muchos sufren de racionamientos. Municipios como por ejemplo Rivera, tienen un alto grado de sensibilidad a estas situaciones por ausencia de alternativas de abastecimiento distintas a la toma del agua por gravedad de ríos que suelen crecer bastante y repetidas veces en épocas de invierno, estos reciben grandes cantidades de agua que escurren de las montañas, cargadas de sedimentos que impiden las aguas sean tratadas. La mayoría de los acueductos municipales no tiene capacidad para hacer frente a esta situación, por lo que la única alternativa es esperar la normalización de los ríos, exponiendo las poblaciones a largos periodos de racionamiento.
La creciente de los ríos es cada vez más fuerte e incierta, y hasta puede llevarse las bocatomas, por lo que siempre serán necesarias fuentes de apoyo. Frente a este problema existen distintas alternativas de solución, por ejemplo, pueden seguir siendo fuentes de agua superficial de ríos o quebradas de comportamiento más estable, aunque sigue siendo difícil por los costos de traslado, lagos o reservorios como fuente principal, así se hace en Bogotá, o como fuente complementaria. También se pueden hacer uso de fuentes de agua subterránea. En todo caso, este es un problema de tamaño no menor que se agudiza con el cambio climático, y que seguramente puede ocurrir también a consecuencia de la sequía, para lo que se suma el compromiso de ahorro.
El racionamiento constante del agua además de generar problemas sanitarios y de salud, también afecta la economía, y en un destino turístico como los son hoy un buen número de municipios del Huila, es grave. No podemos desarrollar nuestra oferta turística ni hablar de crecimiento del sector si no damos solución a este tipo de problemas que no son de menor envergadura, para lo que se requiere voluntad política y recursos, priorización en los planes de desarrollo. Un capítulo a parte son los acueductos veredales que también merecen un debate serio.