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Los criminales del fútbol

Por:Jorge García Quiroga

El reciente partido entre América de Cali y Atlético Nacional no fue simplemente un juego de fútbol; fue una triste muestra de cómo algunos, que se hacen pasar por hinchas, manchan el deporte con violencia y destrucción. No son aficionados, sino criminales que se aprovechan de la pasión que genera el fútbol para sembrar caos, agredir a las personas y destruir lo que otros han construido con tanto esfuerzo. Lo sucedido en el estadio nada tiene que ver con el verdadero espíritu del fútbol ni con el de los colombianos que amamos este deporte de manera sana.

En esta época navideña, cuando la tradición nos llama a la reflexión, la reconciliación y la búsqueda de la paz, es urgente que reconozcamos lo que realmente importa: la unión familiar, el respeto mutuo y la esperanza de un futuro mejor. Este es un momento en el que, como sociedad, debemos pensar en el bienestar de nuestros niños, nuestras familias y las futuras generaciones. Sin embargo, los actos de violencia que presenciamos en los estadios no solo afectan a los adultos, sino que envían un mensaje peligroso a nuestros niños, quienes asisten a los partidos llenos de ilusión y acompañados por sus padres. Estos pequeños, que son el futuro del país, deberían aprender valores como el respeto, la solidaridad y la convivencia pacífica, pero al ser testigos de agresión y caos, corren el riesgo de normalizar la violencia como una forma aceptable de resolver los conflictos.

La gran mayoría de los colombianos, sin importar su clase social, trabajamos cada día para construir una sociedad más justa y pacífica. La verdadera esencia del fútbol no reside en la violencia ni en el vandalismo; es la pasión por el deporte, la camaradería y el disfrute de un juego que nos une. Sin embargo, esa esencia se ve empañada cuando un pequeño grupo de delincuentes se aprovecha de la afición para sembrar miedo y desconfianza. Estos criminales no solo afectan a jugadores y aficionados, sino que también destruyen los valores que deseamos inculcar a nuestros hijos, quienes, con sus ojos llenos de esperanza, deberían ver el fútbol como un medio de unión, no como un escenario de guerra.

Este es el momento de reflexionar sobre lo que realmente significa ser una comunidad. Necesitamos recuperar los espacios de encuentro, respeto y alegría, donde las familias puedan asistir a un partido sin temor a la violencia. La época que estamos viviendo, marcada por la reflexión, el reencuentro y la reconciliación, nos llama a construir una sociedad en la que todos, sin distinción, podamos disfrutar del deporte de manera segura y pacífica. No podemos permitir que unos pocos empañen lo que debería ser un espacio de diversión, aprendizaje y, sobre todo, de unión.

El Estado, los clubes y las instituciones deportivas deben tomar medidas firmes para erradicar la violencia en los estadios y garantizar que los verdaderos aficionados puedan vivir el fútbol con la pasión que caracteriza a este deporte, pero sin la agresión ni el caos que algunos intentan imponer. Al final, los verdaderos hinchas del fútbol no son aquellos que destruyen, sino los que apoyan a su equipo con pasión, pero con respeto.

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