Por: Jorge García Quiroga
Licenciado en Educación Física y Magister en Administración de Empresas
Opinión:
El mayor de nuestros hijos tiene cinco años, y decidimos limitar su exposición al mundo digital durante varias horas al día. Creemos firmemente que las pantallas pueden afectar su infancia, limitar su creatividad y dificultar sus relaciones sociales. Sin embargo, esa idea se derrumba cuando en el colegio nos informan que las tareas se desarrollan y seguirán realizándose por medios digitales. Lo que queremos evitar se convierte, de repente, en una necesidad.
La tecnología ya es parte de nuestra vida y los niños no pueden quedarse al margen. Más que temerla, como padres debemos aprender a integrarla de manera saludable en su día a día. Sin embargo, esta integración plantea numerosas preguntas que no siempre tienen respuestas claras: ¿cuánto tiempo de pantalla es realmente seguro? ¿Qué tipo de contenidos estimulan el desarrollo cognitivo? ¿Cómo impacta el uso temprano de dispositivos en el sueño, la concentración o las habilidades sociales? Tomamos decisiones constantemente, pero muchas veces sin tener certeza científica de si son las mejores para nuestros hijos.
Tras esa reunión escolar, ajustamos nuestra dinámica familiar. Sabemos que prohibir por completo el acceso a la tecnología es poco realista, pero también entendemos que debe haber un equilibrio. Establecemos horarios para el uso de dispositivos y priorizamos el tiempo de juego, las actividades al aire libre y las interacciones familiares sin tecnología.
También intentamos involucrarnos en el contenido digital que consumen nuestros hijos, seleccionando aplicaciones educativas y juegos que no solo entretienen, sino que aportan aprendizajes valiosos. Sin embargo, incluso esta selección genera dudas: ¿estamos eligiendo herramientas digitales que realmente fomentan el desarrollo o simplemente optamos por las más populares?
El colegio juega un papel fundamental en esta transición. Que las tareas se realicen digitalmente no debe ser solo un cambio de formato, sino una oportunidad para enseñar a los niños a navegar ese entorno de forma ética y responsable. Sería ideal que las instituciones educativas colaboraran con las familias, ofreciendo pautas claras sobre el manejo de la tecnología en casa.
Los padres necesitamos más información basada en evidencia científica sobre los efectos del uso de dispositivos en la infancia. Las decisiones que tomamos hoy pueden tener un impacto significativo en el desarrollo físico, emocional y social de nuestros hijos. Contar con orientación de expertos, tanto desde la educación como desde la investigación científica, es fundamental para evitar caer en extremos: ni demonizar la tecnología ni dejarla sin control.
Formar a los niños en el mundo digital es un desafío lleno de incertidumbres. No existe una fórmula clara ni única, y como padres solo podemos intentar estar presentes, escuchar, aprender y adaptarnos lo mejor posible. La tecnología no debería ser una amenaza, pero su manejo no siempre es sencillo. Nos preocupa no saber si las decisiones que tomamos son las correctas, y sentimos la necesidad de más orientación para acompañar a nuestros hijos de manera responsable en este entorno que ya forma parte de sus vidas.