Por: Jorge García Quiroga
Opinión
La Semana Santa es una de las celebraciones más antiguas y significativas del cristianismo. Desde los primeros siglos, los creyentes comenzaron a conmemorar en estos días la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. No se trata solo de recordar un hecho histórico, sino de vivirlo con el corazón, de renovar la fe, de acompañar el dolor y también de celebrar la esperanza.
A lo largo del tiempo, esta semana se ha enriquecido con tradiciones, procesiones, oraciones, cantos, signos y gestos que ayudan a los creyentes a entrar en un clima de reconocimiento y conexión espiritual. Es una pausa que trasciende lo religioso: invita al perdón, a la reconciliación, a reflexionar sobre el sentido de la vida, sobre lo que cargamos y lo que queremos dejar atrás para renacer.
Cada persona vive esta experiencia de manera única: algunos se mantienen firmes en las tradiciones religiosas, mientras que otros aprovechan estos días para disfrutar del turismo. Lo esencial es vivirla con el alma y el corazón, y también aprovechar el entorno que nos rodea. En este sentido, el departamento del Huila ofrece un escenario privilegiado para vivir una Semana Santa llena de significado, reconocimiento y belleza.
Uno de los destinos más emblemáticos en turismo religioso es el Municipio Nátaga, donde miles de fieles visitan el Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, un lugar de peregrinación que combina espiritualidad, historia y devoción. Es un sitio donde se respira fe y donde el paisaje montañoso invita a la oración y al silencio interior. También está La Plata, con su hermoso templo de San Sebastián, donde la Semana Santa se celebra con gran solemnidad. Timaná, con su profunda tradición católica, ofrece una vivencia religiosa marcada por la historia, la cultura y el sentido comunitario. Más al sur, municipios como Saladoblanco, Isnos, Elías, Oporapa y Acevedo conservan costumbres que reflejan una fe viva: procesiones, viacrucis rurales, vigilias y celebraciones litúrgicas donde se participa con sencillez y devoción.
Para quienes buscan enriquecer su experiencia espiritual a través de la naturaleza, el Huila ofrece paisajes que elevan el alma. El Desierto de la Tatacoa, con su silencio y vasto cielo, invita a la contemplación. El Parque Arqueológico de San Agustín conecta con el misterio de nuestras raíces ancestrales, mientras que las aguas termales de Rivera y el embalse de Betania brindan descanso y renovación. Municipios como Paicol, Yaguará, El Agrado, Pitalito y Palermo, entre otros, ofrecen cultura, tradición y hospitalidad, acercándonos al alma de su gente y su tierra.
La invitación, desde el respeto por las creencias religiosas, es a hacer un alto en el camino, reflexionar y vivir una Semana Santa completa: en cuerpo, mente y espíritu. A caminar no solo con los pies, sino con el alma abierta. A encontrarnos con Dios en los caminos, en las parroquias, en los templos, en la gente, en la tierra.
Esta Semana Santa, más que salir, regresa: a la fe, al silencio, al perdón, a tus raíces. Y si lo haces desde el Huila, hazlo con respeto, con gratitud, con el corazón dispuesto. Porque esta tierra también es sagrada, y en cada rincón puede haber un motivo para creer de nuevo.