Por: Andrés Calderón
Opinión
En un estado que se ha determinado desde la Constitución Política como laico o aconfesional, se sigue actuando desde lo público en forma contraria, queriéndose imponer las tradiciones cristianas a la fuerza para toda la población, y es así como esta Semana Santa, principal celebración de la iglesia cristiana y sus derivaciones o ramas en el mundo, es casi que impuesta en muchos pueblos de Colombia. Para este año, por ejemplo, fue declarada mediante decreto la ley seca y cierre de algunos establecimientos de recreación en 15 municipios, arguyéndose que existe un inminente riesgo de perturbación del orden publico y riesgo a la seguridad por cuenta de la movilidad de personas y aglomeraciones, cosa que de seguro jamás pasará en unas festividades sampedrinas en donde a un municipio como Rivera pueden llegar 20 mil personas un fin de semana, de cuyo propósito ya todos sabemos.
Frente a este tema, la argumentación jurídica es clara, y así lo expresó un juez administrativo de Neiva, quien falló en contra de este tipo de medidas cuando se presentó el caso en el municipio vecino de Campoalegre en el año 2018, allí el alcalde en su momento decretó la medida de ley seca por conmemoración de la Semana Santa -¡a!- pero muchos dirán que aquí ese no es el caso porque hubo justificaciones por seguridad, que además coincidencialmente se dan los días santos y los dos de cierre de la festividad religiosa. Claro, nuestros consagrados y profesos alcaldes católicos corrigieron la forma del decreto que establece se desarrolla en el marco de la Semana Santa, pero es por razones de “seguridad”.
El creer idiota la gente es una costumbre muy típica de los prominentes gobernantes de este país, tanto a nivel nacional como departamental y local, por eso expiden constantemente normas, llámense decretos, resoluciones, hasta ordenanzas y acuerdos que contravienen todo el tiempo la Constitución Política y la ley, tienen además los cojones de tratar de justificarla a su conveniencia, no se sonrojan siquiera. Es por eso que, léase bien, de leguleyadas está llena la administración de lo público, de errores sin control de disciplina o jurídico, y peor aún, basados algunos en tradiciones, que como es este el caso, se basan en la religión que se niega dejar de ser impuesta como lo es desde la colonia. No hemos avanzado este aspecto un ápice en 500 años, así el papel diga lo contrario, pues gran parte de nuestra constitución es utopía.
A mí, que me considero un liberal revolucionario como lo fue cristo, y católico confeso, seguro se me juzgará por algunos radicales gracias a esta columna, al igual que por otros comentarios que he hecho públicos al respecto, esto me valdrá algunos regaños que, en el mejor de los casos, me calificaran de ateo, como si la condición de no creyente en un Dios fuera un insulto y convirtieran a una persona en un ser despreciable. Ni siquiera habrá lugar a la duda y se me clasificará al menos de agnóstico, por lo que pregunto al respecto, ¿Qué determina el que una persona sea buena? ¿Qué prácticas instan a ganar este calificativo? A caso, ¿ser buen ciudadano, amigo, hermano, vecino o buen profesional no son suficientes para ser respetados aún fuera de los dogmas cristianos? Y si Dios es amor y el sacerdote más que nada habla de paz y perdón en el pulpito, el porqué de la negativa de muchos católicos a entenderlo, no son tolerantes y quieren imponer a toda costa su fe y sus creencias.
Las restricciones de Semana Santa decretadas por los 15 alcaldes en el Huila claramente son evidencia de lo que acabo de exponerles, se apegan a la fe cristiana y son evidentemente un desvío de funciones como lo determinó la jurisprudencia al respecto, pues la ley seca se aplica únicamente cuando existen riesgos de salubridad o seguridad pública, calamidades excepcionales que no valen para conmemorar fiestas religiosas o culturales, pero justificaron el decreto con una especia de argucia en seguridad que afecta el normal desarrollo de la actividad económica de los municipios. Aquí hago principal hincapié en Rivera, pueblo de visitas y turismo de cuya fuente proviene principalmente los ingresos de las familias, y ahora con este decreto se restringe el derecho a la libertad de culto, de creer o no creer porque la Semana Santa no lo es para todos, y no nos digamos mentiras, se convirtió en la excusa perfecta para el goce de viajar o descansar de los intensos meses de trabajo de inicio de año, mueve considerablemente la economía del país.
El turismo implica desplazamiento, Alimentación, baile, bebidas, pernoctadas, fiesta y alegrías, por lo que no tiene que ser restringido de ninguna forma, es una decisión de cada individuo, así como el confesar una religión y en estos tiempos de vacas flacas, más que nunca es necesaria su promoción.
“La libertad religiosa es un derecho fundamental que da forma a nuestro modo de interactuar social y personalmente con nuestros vecinos, que tienen creencias religiosas distintas a la nuestra” Papa Francisco