Por: Edwin Renier Valencia Rodríguez
Opinión
Desde el trabajo manual hasta el trabajo digital, el capitalismo ha mutado junto con la tecnología, la cultura y las aspiraciones humanas. Hoy más que nunca, debemos preguntarnos no solo qué trabajamos, sino para qué trabajamos, y cómo podemos construir un modelo que sirva al bienestar colectivo sin perder de vista la dignidad individual
En sus primeras etapas, el capitalismo convivía con una economía esencialmente manual. La mayoría de las personas trabajaban en el campo, la carpintería, la herrería o la confección artesanal. Los hogares producían apenas lo necesario para subsistir, y muchas veces ni eso. El ingreso promedio era bajo, el trabajo duro y extenso, y no existía una verdadera diferenciación entre vida personal y laboral. La producción era limitada por la capacidad humana y el tiempo. Este modelo generaba grandes desigualdades y mantenía a la mayoría en la pobreza.
Luego vino la Revolución Industrial: Más Producción, Más Consumo. Con la Revolución Industrial en los siglos XVIII y XIX, el mundo experimentó una transformación sin precedentes. Las máquinas reemplazaron parte del trabajo humano y nació la producción en masa. El trabajo se trasladó del campo a las fábricas. Aunque las jornadas eran largas y las condiciones, muchas veces inhumanas, los ingresos comenzaron a crecer. Aumentó el acceso a bienes y servicios que antes eran impensables para la clase trabajadora.
Sin embargo, con el aumento de ingresos también vino el aumento del gasto. El consumo se convirtió en parte central del modelo capitalista. Nació la cultura de “trabajar para consumir” y se expandió la clase media urbana. El trabajo asalariado se volvió la norma y el tiempo libre, una conquista lenta pero creciente.
2025 Una nueva etapa, el Capitalismo del Conocimiento: Tecnología, Datos y Desigualdad Digital. Hoy vivimos en lo que algunos llaman la cuarta revolución industrial. Las nuevas tecnologías, inteligencia artificial, automatización, internet, blockchain, están redefiniendo el trabajo, los negocios y la propia estructura del capitalismo. Ya no se trata solo de producir más, sino de producir más inteligentemente. La economía se ha vuelto digital, y el conocimiento, el dato y la innovación son los nuevos factores clave de producción.
El trabajo físico ha sido reemplazado en muchos casos por trabajo digital, remoto, automatizado o incluso desmaterializado. Surgen nuevas profesiones, mientras otras desaparecen. El teletrabajo, las plataformas colaborativas y la gig economy (economía de los trabajos esporádicos) han cambiado los horarios, los espacios y la relación entre empleador y empleado.
Sin embargo, esta era también trae nuevos retos: brechas digitales, desigualdad en el acceso a educación tecnológica, y una creciente concentración de riqueza en manos de quienes controlan las plataformas y los algoritmos. A pesar del crecimiento económico global, muchas personas se sienten más inseguras laboralmente que nunca.
¿Hacia Dónde Vamos?
El futuro del trabajo parece apuntar hacia la automatización, la inteligencia artificial y, posiblemente, el ingreso básico universal como solución ante la pérdida de empleos tradicionales. Los humanos podrían enfocarse más en trabajos creativos, sociales y estratégicos, mientras las máquinas realizan las tareas repetitivas o peligrosas.
Pero esto no ocurrirá automáticamente. La transición hacia un capitalismo más inclusivo, sostenible y humano requerirá decisiones políticas, educación de calidad y una ética renovada del trabajo y del progreso. Saber elegir a quienes nos representan será muy importante y responsable con nosotros mismos. ¿Que opinan? #UnCaféconValencia