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El misterio económico de la Navidad

Por: Jorge García Quiroga

Opinión

La Navidad tiene una lógica propia, distinta a la del resto del año. Incluso cuando los meses han sido difíciles, cuando el dinero no alcanza y las preocupaciones se acumulan, diciembre llega con una particularidad que se repite con sorprendente regularidad: hay comida en la mesa, aparecen los regalos y el dinero empieza a circular. No es magia ni casualidad, es una dinámica social profundamente arraigada.

En Colombia, diciembre es el mes de mayor movimiento económico. Las cifras del DANE y de los gremios del comercio muestran que el consumo de los hogares aumenta entre un 20 % y un 30 %, impulsado por la prima de fin de año, las bonificaciones y el gasto asociado a celebraciones familiares. La economía se activa desde lo cotidiano: más mercado, más transporte, más ventas informales y más empleo temporal.

Aun así, el fenómeno va más allá de los ingresos formales. En Navidad, la gente presta dinero con mayor disposición, comparte lo que tiene y asume compromisos que en otros meses evitaría. No se trata de irresponsabilidad, sino de una decisión colectiva: diciembre no puede ser un mes vacío. La Navidad se sostiene sobre la confianza, la solidaridad y la idea de que “después se verá cómo se resuelve”.

El ambiente navideño también tiene un componente emocional poderoso. La música, las luces, las reuniones familiares y los rituales crean una sensación de comunidad que empuja a las personas a participar, incluso cuando el bolsillo aprieta. Renunciar a la Navidad sería renunciar a los recuerdos de la infancia, a la mesa compartida, al abrazo esperado. Por eso, aunque el año haya sido duro, la celebración persiste.

Este sentimiento se extiende a quienes están lejos. Para los colombianos que viven en el exterior, diciembre es el mes de la nostalgia. Las llamadas se hacen más largas, los mensajes más frecuentes y el envío de dinero más constante. El Banco de la República ha reportado que las remesas crecen hasta un 15 % en esta época, como una forma de estar presentes en casa, aunque sea a la distancia.

La economía responde a ese clima emocional. El comercio se fortalece, el transporte aumenta su demanda y los sectores de alimentos y servicios trabajan a mayor ritmo. La Navidad no solo genera gasto; genera movimiento, circulación y pequeños respiros en economías familiares golpeadas durante el año.

Sin embargo, hay un componente difícil de medir. A pesar de la escasez, la mesa se llena, tal vez sin lujos, pero con lo necesario. Los regalos aparecen, aunque sean sencillos. La Navidad suspende por unos días la dureza del año y recuerda que la economía también se construye desde la confianza y la ayuda mutua.

Diciembre no borra los problemas, pero ofrece una pausa. En medio de las dificultades, la Navidad demuestra que hay una fuerza colectiva que se activa cada año para que nadie se quede sin celebración. Y en ese gesto, simple pero profundo, la economía y la esperanza caminan juntas.

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