Por: Pedro Javier Jiménez
En Neiva, más de 14 mil niños y jóvenes aún no han sido matriculados en las instituciones educativas. Este dato no solo debería alarmarnos, sino empujarnos a una profunda reflexión sobre el estado de nuestra sociedad y las responsabilidades compartidas que hemos descuidado. ¿Cómo es posible que sigamos permitiendo que miles de vidas se queden fuera del único sistema que puede garantizarles una oportunidad real de progreso?
Por un lado, los padres tienen una deuda ineludible con sus hijos y con la sociedad. La apatía frente a la educación es un síntoma preocupante de cómo hemos normalizado el atraso, el abandono y la falta de visión sobre el futuro. No matricular a un niño en la escuela es negarle la posibilidad de un proyecto de vida digno, pero también es entregarlo, sin defensas, a una calle que rebosa de antivalores y peligros. El argumento de que “la educación ya no sirve para nada” es una falacia que reproduce el círculo de pobreza y exclusión en el que muchos de nosotros crecimos. Si no queremos que esta realidad se perpetúe, necesitamos padres conscientes de que la escuela es más que un lugar de aprendizaje; es una puerta a un mundo de oportunidades.
Por otro lado, la administración municipal tampoco puede eximirse de su responsabilidad. La imagen de funcionarios y docentes yendo de casa en casa, mendigando matrículas, es la muestra más clara de un modelo educativo en crisis. ¿Dónde están las estrategias preventivas? ¿Dónde los incentivos que hagan de la educación un espacio atractivo para estudiantes y familias? No basta con garantizar la gratuidad: necesitamos programas que integren a las familias, refuercen los valores, y ofrezcan contenidos que motiven a nuestros jóvenes a soñar con un futuro mejor.
El problema no termina ahí. El Concejo Municipal debe asumir un rol más activo. Mientras las discusiones sobre el estado físico de las instituciones educativas son importantes, también es urgente analizar si el modelo educativo responde a las necesidades actuales de nuestros jóvenes. ¿Por qué no innovar con cátedras que hablen de liderazgo, emprendimiento, ciudadanía activa o cuidado del medio ambiente? ¿Por qué no involucrar a expertos locales para diseñar una educación más cercana a la realidad de Neiva?
El abandono escolar no es solo un número; es el reflejo de una sociedad que ha fallado en poner a la educación en el lugar que merece. Padres y administración municipal tienen una responsabilidad compartida. Sin niños en las aulas, el sueño de un Neiva más segura, justa y próspera es inalcanzable. Es hora de actuar, porque cada matrícula perdida es un proyecto de vida truncado, un futuro que nunca será.