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Inspiración eterna para un país mejor

Por :Carlos Ernesto Álvarez Ospina

Hoy, once años después de su partida, recuerdo con profundo respeto y admiración a Sergio Younes Rincón, el gran sensei que me permitió soñar con un país diferente, un país mejor. Su vida, aunque breve, fue un ejemplo de lucha, convicción y amor por los ideales más nobles. Sergio no solo fue un amigo, fue un maestro, un guía que nos mostró con su ejemplo que los sueños colectivos son posibles cuando se trabajan con honestidad y pasión.

Sergio no veía fronteras en su propósito de construir un mejor país. Desde su labor como columnista, diputado, abogado y líder social, fue un hombre incansable en la defensa de lo público, en la lucha contra la corrupción y en la búsqueda de la justicia social. Sus ideas no eran meros discursos, eran convicciones que lo llevaban a recorrer barrios, veredas y ciudades, escuchando, entendiendo y abrazando las necesidades de los más vulnerables.

Fue gracias a Sergio que escogí estudiar Derecho. Su pasión por esta profesión, su forma de defender la justicia y su fe inquebrantable en el poder transformador de la ley me inspiraron profundamente. Me enseñó que el Derecho no es solo una herramienta, sino una vocación para luchar por la igualdad, la libertad y la dignidad de todos. Su ejemplo me hizo amar aún más esta carrera y entenderla como un compromiso ético con la sociedad y con los principios que él defendía.

Sergio tenía esa capacidad única de conectar con quienes lo rodeaban, de ver en cada persona un potencial transformador. En su apartamento, rodeado de libros y acompañado de su abuela, gestaba ideas y cultivaba amistades que aún perduran. Creía firmemente en la formación de nuevos líderes, en la importancia de transmitir conocimiento y valores para construir una sociedad más equitativa.

Lo que más me marcó de Sergio fue su capacidad de soñar, no de manera ingenua, sino con la determinación de quien sabe que los grandes cambios comienzan desde el esfuerzo personal. Su disciplina, su preparación y su compromiso con los principios de libertad, igualdad y fraternidad lo convertían en un visionario, en alguien que, a pesar de su juventud, poseía una madurez y claridad que inspiraban a todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo.

Sergio fue mi sensei porque me mostró que creer en un país mejor no es una utopía, sino una responsabilidad. Porque me enseñó que los grandes sueños necesitan de pequeñas acciones diarias y de una voluntad inquebrantable. Porque su vida fue un ejemplo de que se puede trabajar por los demás sin perder la humanidad, la empatía y el respeto por las diferencias.

Hoy, su legado sigue vivo en cada uno de los que tuvimos la fortuna de compartir su camino. Su partida prematura nos dejó un vacío, pero también la obligación de honrar su memoria manteniendo viva su lucha y sus ideales.

Gracias, Sergio, por ser ese maestro que encendió en mí el deseo de soñar con un país mejor, que me hizo enamorarme del Derecho y que me enseñó que la justicia es más que una palabra: es una forma de vida. Hoy, más que nunca, siento tu presencia en cada paso que damos hacia ese ideal que tú abrazaste con tanta fuerza. Nos volveremos a encontrar, sensei, en ese lugar eterno donde la justicia, la verdad y la paz que tanto defendiste son una realidad.

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