Por: Pedro Javier Jiménez Administrador de Empresas, emprendedor. Especialista en Marketing Político de la Universidad del Externado
Neiva, nuestra capital bambuquera, la que con cariño algunos llaman “el Principado”, ha tenido más de 12 alcaldes por elección popular que, sin falta, han visto en las Empresas Públicas de Neiva, “Las Ceibas”, la joya de la corona. ¿La razón? Su generoso presupuesto, la libertad en el gobierno corporativo y, por supuesto, su músculo para contratar. Sin embargo, en 2024, esa joya fue recibida en cuidados intensivos, producto de años de malas administraciones.
El actual gobierno, que tiene como misión “Recuperar a Neiva”, entendió la gravedad del asunto y envió a sus hombres de confianza: Andrés Charry en la gerencia y Francisco Duque, empresario reconocido de la región, en la junta. La tarea no era menor: salvar a Las Ceibas del borde de la quiebra, garantizar cobertura, calidad y continuidad en el servicio de acueducto y alcantarillado. En otras palabras, acabar con el dolor de siempre: que un aguacero, además de inundar las calles, nos deje sin agua por días.
Pero, a propósito del debate de control político en el Concejo la semana pasada, quedó claro que la misión tiene un cuarto frente: lidiar con las pretensiones del sindicato, ese histórico movimiento que ha sobrevivido a todos los capitanes que han contribuido a la debacle de la empresa. Fuerte tarea.
Frente a esto, decidí ir más allá del debate: revisé el informe de gerencia de finales de 2024, los archivos de prensa, las redes sociales de la empresa y otros datos oficiales. El panorama empieza a mostrar que la titánica labor está dando frutos. En silencio, los indicadores financieros revelan señales de recuperación: una deuda pública pagada con sacrificio, por más de 9 mil millones; obligaciones con proveedores y contratistas de las vigencias 2022 y 2023 pagadas al 100%; austeridad en la contratación con ahorros superiores a mil millones; compra de maquinaria por otros 1.100 millones, por citar algunos logros. Además, una inversión planeada para 2024 cercana a los 12 mil millones, con la posibilidad de ser mayor según la buena gestión de cartera.
La calidad del agua mejoró y hoy está catalogada entre las mejores del país, el laboratorio fue recuperado, la cobertura casi alcanza a toda la ciudad y la continuidad del servicio se mantiene, con cuadrillas activas enfrentando la ola invernal. Todo esto, sin dejar de lidiar con la presión sindical.
He sido crítico de esta administración en temas clave como competitividad y seguridad, y la forma como optó por endeudar a Neiva, y seguiré siéndolo. Pero debo reconocer que, en Las Ceibas, por ahora, no se equivocaron. Ver una empresa pública adoptando un verdadero espíritu de gobierno corporativo y ajustando su modelo de gestión es alentador. Los cambios estructurales no se dan en meses, lo sé, pero también sé que cuando la ruta es clara, se nota desde el principio.
Para cerrar, es necesario advertirlo con claridad: de su gestión, señor gerente, y del respaldo de su junta directiva, depende que el alcalde no termine siendo recordado como “uno más” al final de su período. La recuperación de Las Ceibas no es solo un salvavidas financiero; puede convertirse en un pilar clave para materializar una visión de ciudad que trascienda administraciones.
Pero también de su gestión depende que cesen los vicios que históricamente han hecho de esta empresa un escenario de corrupción y clientelismo. Sus prácticas gerenciales deben dejar un precedente: un estándar ético y técnico para los futuros encargos.
La responsabilidad es grande. Mantener el foco en lo esencial es su tarea. Lo urgente —ese ruido constante— ya sabemos quién se encarga de hacerlo: el sindicato.