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Colombia no irá a la guerra con Venezuela

Por:Andrés Calderón

Las discusiones sobre Venezuela, los cuestionamientos a la legitimidad de su gobierno y el que hacer en esta circunstancia ha sido nuevamente instrumentalizado para dar inicio de forma prematura a la campaña electoral del 2026; claramente una estrategia de la oposición que, pretende una vez más dividir el país frente a la idea de una supuesta urgencia de intervención militar en el país vecino.

Hay demasiados opinadores, expertos ahora en diplomacia y política internacional por todos lados, inundando las redes sociales exigiendo intervención militar como si tuvieran el derecho o fueran arduos conocedores de la realidad de Venezuela y el contexto que nos envuelve como vecinos, ni si quiera pidiendo. Tan absurda es la situación que el mismo Uribe, sí, el mismo que antaño fuese presidente y que tuvo relaciones diplomáticas en el mayor estado de cordialidad con el comandante Chávez, el mismo que hoy, cuando ya no tiene poder, decidió trasladarse a la frontera con su séquito de aduladores a pedir se haga una intervención militar. Por supuesto los Santandereanos que han sufrido más fuertemente las afectaciones del conflicto político en Venezuela y el cierre de fronteras, dijeron no a Uribe, un claro rechazo a la imprudencia y el egoísmo en la política.

Quiero recordar a los que no se acuerdan, o contar a los que no han sabido, que Venezuela fue en los años 70 y 80 el país que tuvo la chequera más abultada en A.L, unas finanzas públicas boyantes impulsadas por la producción petrolera que bombeaban a la economía mundial cerca de tres millones de barriles de petróleo diarios, explotados por y para los gringos mientras estos mantenían intactas sus reservas. Pero a la par, empezó Venezuela a hacerse también pobre, si, se empezó a dar concentración de riqueza en unos pocos, arrojando a millones de venezolanos a la periferia, a lo que llaman los brasileros favelas, en el mas alto grado de pobreza. Se fortalece la desigualdad en la república de Bolívar.

Allí, en medio de la opulencia de unos pocos y la miseria de muchos, alimentado por las injusticias, nace el proyecto revolucionario chavista. Este nuevo enfoque de la política hace uso de las utilidades del petróleo para entregar educación y vivienda gratuita a los venezolanos, medidas que llevaron a la reducción significativa de la tasa de pobreza, la más baja de la región cuando esta era superior a los niveles que maneja Colombia hoy. Con su muerte, Chávez legó los rencores que generó a occidente por su rebeldía frente a temas como el de Cuba y la toma de la producción petrolera como acción soberana, a su sucesor Nicolas Maduro, quien ungido por el mismo comandante ganó las elecciones con mayorías absolutas, igual que su antecesor, en un entorno democrático.

Pero la puerca torció el rabo y lo que antes se legitimaba con votos ahora se hace con la fuerza. Maduro no es Chávez, ni usa su misma forma de hacer política, ni tiene sus mismas capacidades intelectuales, ni mucho menos su respeto, Maduro logró establecer un régimen político radical, militar y antidemocrático que bloqueado económicamente por EE. UU. ha llevado a millones de venezolanos a huir de su país, generando serios problemas migratorios en todo el continente, en especial Colombia, el mayor receptor. Nadie controvierte los hechos de corrupción del pasado proceso electoral, ni el mismo Petro, así su oposición trate de hacer creer lo contrario, y lo ratificó el canciller, todos vimos cómo el gobierno venezolano no pudo demostrar la legitimidad de las elecciones y se constituyó oficialmente en una dictadura ante el mundo.

De este impactante suceso nacen posturas distintas en América Latina que empiezan a jugar en favor de los intereses de la derecha, de los EE. UU. y de forma muy importante en Colombia que esta ad-portas de un nuevo proceso electoral. Se han unido en una sola voz expresidentes colombianos y latinoamericanos, oxigenados por el libertario Milei de Argentina principalmente, que lejos del conflicto exige una intervención militar a la que saben muy bien no juega el actual gobierno colombiano, quien compartiendo mas de dos mil kilómetros de frontera con Venezuela, teniendo la tasa de recepción migratoria más alta del continente y unas relaciones comerciales de mil millones de dólares, no esta dispuesto a asumir las consecuencias de una guerra en la puerta de su casa, a traer mas muerte de la que al interior hay, nada más sensato en tiempos en los que hemos visto como dos naciones desaparecen prácticamente por este flagelo (Ucrania y Palestina).

Cuando voté por Petro en las pasadas elecciones, sobre todo lo hice porque enarbolaba las banderas de paz, porque no quiero más conflicto en mi país. Hoy que el diablo toca la puerta y tienta a un nuevo conflicto, esta vez en nuestra frontera, Petro ratifica su compromiso con la paz, no solo de Colombia sino del mundo, ha sido coherente y actuado en el más alto grado de responsabilidad de diplomacia buscando el diálogo y sopesando muy bien las consecuencias de una guerra en la que seguro Colombia quedaría devastada.

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