Por: Pedro Javier Jiménez Administrador de Empresas, emprendedor. Especialista en Marketing Político de la Universidad del Externado
Opinión
El país necesita que el 70% que no sigue al presidente se una con sentido de urgencia y propósito claro.
Estamos entrando en el proceso electoral de 2026, una decisión histórica para Colombia. Histórica, ese término que ha sido el caballo de batalla de toda una base que ha acompañado al presidente durante este periodo constitucional, y que ha terminado por dividir al país como nunca antes.
Las reformas que propone el gobierno —todas necesarias en el papel— no han avanzado en el Congreso. No por falta de voluntad legislativa, sino por ausencia de liderazgo y capacidad de diálogo. Petro no ha gobernado para todos los colombianos. Lo ha hecho para sus grupos de interés: sindicatos de toda índole, sectores radicales de izquierda, colectivos ideologizados que aún creen que el dinero público se fabrica como pan caliente. Aquellos que insisten en que la única discusión válida es entre ricos y pobres, como si esa dicotomía explicara todos los males del país.
Pero no se construye sociedad desde la confrontación. Reivindicar a los trabajadores, a las mujeres, a las minorías étnicas, a los empresarios, debe ser parte de un esfuerzo común por volvernos competitivos. Por crear un entorno en el que cada ciudadano, en libertad, pueda desarrollar su proyecto de vida. Hoy, por el contrario, las reivindicaciones se han convertido en acuerdos para vivir del Estado, a costa de las luchas históricas y del bolsillo de todos.
Esta columna no está escrita para quienes militan en el fundamentalismo de izquierda. No es para ese joven de 18 a 25 años que, por naturaleza, tiende al idealismo, y que hace cuatro años creyó que todos viviríamos “sabroso”. Esta columna es para quienes queremos pasar de ser empleados a ser generadores de empleo. Para quienes llevamos años buscando que el Estado cumpla su verdadero rol: el de árbitro. No el de jugador, ni el de adoctrinador.
Los 27 Millones de ciudadanos que no seguimos a Petro tenemos una tarea histórica: definir con claridad el modelo de país que queremos. Y actuar ya.
Debemos rechazar el retroceso en los servicios de salud.
Debemos transformar la educación sin ideologías, con ética, valores y excelencia.
Debemos defender la propiedad privada como motor de superación.
Debemos recuperar el control del territorio frente a grupos armados y narcotraficantes.
Debemos proteger el medio ambiente con una transición energética responsable y sin dogmas.
Debemos abrazar la diversidad étnica, religiosa y sexual como parte de un país moderno e incluyente.
Solo así, con equilibrio y sin delirios como los “trenes aéreos”, podremos empezar a cerrar las brechas sociales que nos dividen.
Petro no hizo más que agitar la división desde su llegada al Palacio de Nariño. Su proyecto ha consistido en adoctrinar, instrumentalizar y sofocar a la clase media.
El 70% restante tiene una sola opción ser mayoría y unirse. Y hacerlo ya. Porque esta vez, de verdad, el futuro está en juego.
La Ñapa: Neiva sin rumbo… como Petro
Las primeras encuestas del Diario del Huila lo dejan claro: el 60,2% de los neivanos creemos que la administración de Germán Casagua va sin rumbo. Igualito a Gustavo Petro, que en la misma medición recibe una evaluación negativa del 57,5%. ¿Casualidad? No lo creo.
Ambos llegaron al poder con dos campañas, culpando a sus antecesores de todos los males. Pero llegaron sin plan, sin equipos listos, sin hoja de ruta. Petro regaló la seguridad del país; Casagua no mejora la percepción de seguridad entre los neivanos. No ejecutan obras ni terminan las que encontraron. Ni siquiera ejecutan el presupuesto.
Tampoco ponen dolientes técnicos: como Petro, Casagua nombra aliados, muchos de ellos reciclados de la administración Lara. Ojo al futuro.
En educación, el paralelo es casi poético: Casagua sin PAE, Petro sin Icetex. Y así podríamos seguir. No hay gestión. No hay resultados. Solo discurso y quejas.
En Neiva, como en Colombia, la gente ya lo nota. Y lo siente. Porque más allá del relato, lo que sentimos los neivanos no es recuperación, es retroceso. Y sin rumbo, no hay futuro.