Por: Andrés Calderón
Economista con especialización en Gerencia de Gobierno y Gestión Pública
Opinión
Cuando hablamos de café en Colombia no solo nos referimos al cultivo o una taza, sino también rememoramos toda la cultura que existe a su alrededor, un estilo de vida propio dentro del mismo campesinado, desarrollado en más de 100 años de historia del cultivo de este delicioso grano que se inició en Cundinamarca y Boyacá, pero se acentuó de forma definitiva en lo que llamamos hoy Antioquia y el eje cafetero.
Con los años, su siembra se fue expandiendo de forma determinante por la región andina, arraigándose principalmente en los departamentos de Huila, Tolima, Cauca y en la actualidad se cultiva en 603 municipios que corresponden a 22 departamentos, siendo el principal productor el Huila que lo produce en 35 de sus 37 municipios.
En el 2024 el cultivo de café representó el 23% del PIB agropecuario del país, lo que quiere decir que, por cada 100 pesos que se producen en este sector 23 equivalen al aporte de los cafeteros. Con 13,9 millones de sacos producidos el año pasado se llegó a un récord histórico en relación con el precio, pues, por ejemplo, en el 2019 la producción fue levemente mayor pero el precio no fue favorable y la cosecha costó la mitad de lo que costó la del 2024.
Ese mismo año el valor de la cosecha aumentó en 23% en referencia al año inmediatamente anterior por un valor de 16 billones de pesos, siendo nuevamente el Huila el principal aportante con el 19,08% de la producción y un valor superior a los 2 billones de pesos colombianos.
Traté de esbozar a través de este pequeño resumen las condiciones de producción del sector cafetero, que nos sirve para contextualizar el desarrollo del significado de la supuesta bonanza que hoy toca la puerta de las 525 mil familias que viven de este cultivo. Sin duda alguna esto suena muy bien, una alta producción a precios de venta en bolsa de Nueva York nunca vistos, una media de 4,15 dólares durante la última semana, un repunte sostenido desde septiembre del año pasado y que para este año ya representa una ganancia del 34.11% según Bloomberg. A $3.360.000 cerró el valor de la carga el pasado lunes.
Pero ¿cuáles son los factores determinantes hoy de esta circunstancia especial? ¿Qué dice la federación y qué opinan los expertos?
Lo primero que habría que aclarar es que, el país no está en cosecha, por ejemplo, para la zona norte del Huila estamos aún a dos meses de dar inicio y, para la zona sur, la cosecha viene en el segundo semestre, entonces todos los cafeteros y los que seguimos el mercado nos hacemos las siguientes preguntas, ¿para quién es esta bonanza? ¿es esto un escenario de mera expectativa que puede no hacerse realidad? a los interrogantes ha dado respuesta el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, el huilense Germán Bahamón: “ha habido cambios en la estacionalidad de la producción, lo que ha hecho que, por ejemplo, en enero se hayan producido ya 1,35 millones de sacos, un residuo de la cosecha cafetera de segundos semestre que ha beneficiado a Antioquia, Santander y Santa Marta”. Con esto queda claro entonces, que los cultivadores empezaron ya a recibir ingresos de esta bonanza y no es simple especulación de bolsa para favorecer las empresas comercializadoras o dueñas de los stocks.
Como factores que afectan el precio y que se cree lo condicionarán por lo menos un año más, podemos destacar principalmente la sequía que abrazó Brasil el año pasado, y aunque parece estarse superando no fue suficiente para que se repusiera la cosecha. Recordemos que Brasil es el principal productor de café.
Según la Organización Internacional de Café (ICO) las exportaciones de café arábica cayeron un 6,3% lo que genera presión sobre el precio del producto y a esto se suma el aumento de la demanda que viene en crecimiento de forma sostenida, en los últimos 10 años el aumento ha sido del 21%.
Por otro lado, los analistas hablan de un posible efecto Trump, quien ha generado incertidumbre en el mundo por sus nuevas políticas comerciales que podrían afectar la industria del café, especialmente a los países de América Latina y Asia.
En todo caso las expectativas por el precio son bastantes altas, con proyecciones de estos valores hasta el próximo año, lo que permitiría, si no llegamos a tener problemas con el clima, poder vender al mundo dos cosechas a buen precio, un momento justo para nuestros caficultores que por décadas han sido la base de nuestra economía agropecuaria, con grandes dificultades de movilidad propias de nuestras montañas (entre 1.100 y 2.000 msn zona de cultivo) que encarecen la producción por costos del transporte. Paradójicamente muchas de estas zonas son las más pobres del país, así que bienvenida la bonanza.