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Una tragedia silenciosa

Por: Carlos Ernesto Álvarez Ospina Abogado universidad El Rosario, con especialización en Derecho Público

Opinión

El Huila está enfrentando una crisis devastadora, nuestros jóvenes están abandonando las aulas y cayendo en redes criminales que los convierten en estafadores digitales. Lo más indignante es que esto ocurre con la complicidad del silencio social, la falta de acciones contundentes por parte de las autoridades y la ausencia de políticas públicas efectivas para los jóvenes. Oficinas clandestinas operan en nuestro territorio dedicadas a engañar a personas en México y Estados Unidos con falsas promesas de brujería, vendiendo milagros inexistentes mientras se llenan los bolsillos de dinero sucio.

Es una vergüenza que nuestro departamento, tierra de cultura y tradición, ahora sea reconocido por ser una base de operaciones de estafadores que destruyen la vida de otros mientras arruinan la suya propia. Porque sí, jóvenes huilenses, esa plata fácil que hoy les deslumbra solo los está condenando. Pueden ganar en un día lo que otros tardan meses en conseguir honradamente, pero a cambio están vendiendo su alma al crimen.

Estas mafias no solo los explotan, sino que también los convierten en piezas desechables. Hoy están ahí, cobrando dinero por engañar, pero mañana pueden ser las víctimas de la misma violencia que generan. Se están matando entre ellos, traicionándose, cayendo en un mundo del que pocos logran salir con vida o sin terminar tras las rejas.

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? No solo es culpa de las mafias y de la falta de valores en muchos hogares. También es responsabilidad del gobierno, que ha fallado en crear políticas públicas que ofrezcan oportunidades reales a los jóvenes. La falta de empleo, la precariedad en la educación y la indiferencia estatal han dejado a miles de adolescentes sin más opción que vender su futuro al mejor postor. No hay planes serios para combatir la deserción escolar ni proyectos sólidos que garanticen empleo digno para nuestra juventud. Mientras no se creen alternativas viables, el crimen seguirá siendo la única salida para muchos.

Es momento de abrir los ojos. Ningún carro de lujo, ninguna ropa de marca, ningún fajo de billetes comprará la tranquilidad de una conciencia limpia. La riqueza basada en el crimen es una ilusión que solo deja destrucción, miedo y muerte. No se engañen, el dinero rápido se va tan rápido como llega, y cuando desaparece, solo queda el vacío de haber desperdiciado la oportunidad de construir un futuro digno.

Este es un llamado urgente a nuestros jóvenes, no se dejen seducir por las mentiras del dinero fácil. La verdadera riqueza está en la educación, en el esfuerzo honesto, en la tranquilidad de poder dormir sin temor a que la violencia toque su puerta. Como sociedad, debemos exigir justicia y oportunidades reales. El gobierno, las instituciones educativas y las familias tienen la responsabilidad de impedir que más jóvenes sean absorbidos por esta maquinaria de corrupción y muerte. Es imperativo que el gobierno nacional deje de ignorar esta problemática y actúe con firmeza para generar empleo y oportunidades para nuestra juventud.

El Huila no puede seguir por este camino. La decisión es de cada uno, ser parte del problema o luchar por un futuro digno.

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